Desde hace algunos años hay algo que ha estado rondando mi mente y lo he comentado con muchas personas (de esas con las que se puede hablar y escuchar) y mi conclusión rotunda es que las casualidades no existen, al menos, casualidades carentes de sentido
Hace un par de días me prestaron un libro de Deepak Chopra que trata exclusivamente de este tema, apenas lo he ojeado y él explica que las casualidades son milagros que la gente muchas veces no ve.
Y es que en mi parecer, cada día pasan cosas increíbles que uno llama casualidades y yo simplemente no me conformo con creer que son solo eso. De estar en un lugar cuando todos los planes eran estar en algún otro y de repente pasa algo que te cambia la vida, sea que ayudes a alguien, que conozcas a quien va a llegar a ser el padrino o madrina de tu hijo, o simplemente pasar un día inolvidable.
Para mi, uno de esos momentos mas increíbles fue cuando me mude para San Cristóbal a los 15 años obligadísima, yo ya no hallaba qué berrinche inventarle a mis papás pero todo fue inútil, me mude y el primer día de clases entro al patio de un colegio gigante y lleno de perfectos desconocidos y la primera persona que veo a mi derecha era una morena con cara de pocos amigos a quien le pregunte a donde tenia que ir y cuando me pregunto en que sección estaba yo no tenia idea y solo la perseguí aunque ella no me volviera a dirigir la palabra en ese día, al menos ya estaba ubicada, y ya tenia alguien a quien saludar al otro día.
Hoy en día es mas que mi hermana, a pesar que somos agua y aceite para la mayoría de las cosas no podríamos ser mas compatibles, es una amistad de 11 años que desde el primer día ha sido absolutamente transparente, nunca hemos tenido las típicas peleas de gatas entre “mejores amigas” porque sencillamente nos decimos todo, y así vivimos, ella desesperada porque yo organice mi vida y deje de improvisar y yo desesperada porque ella camine fuera de la rayita alguna vez en su vida. Ella dice que si existen almas gemelas seríamos nosotras dos por la manera que tenemos equilibrar tan bien nuestras diferentes vidas y personalidades. Cada vez que hablamos por teléfono (no vivimos en la misma ciudad), lo único que nos decimos es “nadie como tu” (en sentido absolutamente platónico), hemos vivido cosas tan increíbles que nadie lo creería (literalmente) hoy en día mi familia es de ella y la de ella mía, en fin, nos adoramos y yo agradezco cada día porque las cosas pasaron como lo hicieron y porque el final mis papás no le hicieron caso a mis berrinches.
Se haría interminable contar cada vez que estos milagros “clandestinos” nos suceden cada día, solo los invito a que intenten agudizar los sentidos para que cada vez que esto suceda, los puedan ver y les brote del alma una sonrisa que al reflejarse en los labios le deje saber a Él, que sí nos dimos cuenta